El régimen absolutista se caracterizó en el plano religioso por:
a) Absorberlos a tal punto que el poder político decidió la sucesión de los pontífices
b) Exoneró al clero de todo impuesto que disminuya sus ingresos feudales
c) Tomarlo como sustento, para explicar su permanencia en el poder
d) Una marcada distancia en los asuntos gubernativos e ideológicos
e) Establecer un sólido puente del alto clero con la burocracia de los señoríos feudales
Resolución:
El régimen absolutista se caracterizó en el plano religioso principalmente por tomarlo como sustento para explicar su permanencia en el poder, lo que corresponde a la alternativa c). Esta relación entre poder político y religión fue fundamental para consolidar y mantener la autoridad de los monarcas absolutos durante la Edad Moderna.
El absolutismo es un sistema de gobierno en el cual el monarca posee poder absoluto, es decir, un poder que no está limitado por leyes, constituciones o parlamentos. Este sistema se desarrolló en Europa entre los siglos XVI y XVIII, y uno de sus pilares fundamentales fue la doctrina del "Derecho Divino de los Reyes". Según esta doctrina, se consideraba que los reyes eran designados por Dios y, por lo tanto, su autoridad era sagrada e indiscutible. Los monarcas absolutistas utilizaban esta idea para justificar su poder y asegurar la lealtad de sus súbditos.
Para entender mejor este contexto, es esencial recordar las circunstancias históricas que facilitaron el surgimiento del absolutismo. Durante la Edad Media, Europa estaba fragmentada en numerosos feudos, y el poder estaba disperso entre muchos señores feudales. Con el fin de la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, los monarcas comenzaron a centralizar su poder, unificando sus territorios y creando estados nacionales.
La Reforma Protestante, iniciada por Martín Lutero en 1517, también jugó un papel significativo en el desarrollo del absolutismo. La división de la cristiandad europea entre católicos y protestantes llevó a conflictos religiosos que devastaron gran parte del continente. Para mantener la estabilidad y el orden, muchos monarcas vieron la necesidad de consolidar su poder y controlar la religión dentro de sus territorios. Esto se hizo evidente en países como Francia, con los reyes de la dinastía Borbón, y España, bajo los Habsburgo, donde el catolicismo se convirtió en una herramienta para reforzar la autoridad del monarca.
Luis XIV de Francia, conocido como el Rey Sol, es uno de los ejemplos más emblemáticos del absolutismo. Luis XIV gobernó Francia con poder absoluto y utilizó la religión como un medio para legitimar su autoridad. Mantuvo una estrecha relación con la Iglesia Católica, promoviendo la idea de que su reinado era divinamente inspirado. Esta relación entre el trono y el altar aseguraba que cualquier desafío a su autoridad pudiera ser visto como un acto de herejía o traición no solo contra el rey, sino contra Dios mismo.
El control sobre la religión también se reflejaba en la forma en que los monarcas absolutistas manejaban los asuntos eclesiásticos dentro de sus reinos. Aunque no llegaban al extremo de decidir la sucesión de los pontífices (como se sugiere en la opción a), sí influían significativamente en la designación de obispos y otros altos cargos eclesiásticos, asegurándose de que estos fueran leales al monarca y apoyaran sus políticas.
Además, los monarcas absolutos utilizaban el arte y la arquitectura religiosa para proyectar su poder. La construcción de iglesias y catedrales suntuosas, así como la promoción de obras de arte religiosas, servían para reforzar la imagen del rey como un líder divinamente inspirado. Este uso propagandístico de la religión ayudó a consolidar el poder del monarca y a mantener el orden social.
En resumen, el régimen absolutista se caracterizó por utilizar la religión como un sustento esencial para explicar y justificar su permanencia en el poder. Los monarcas absolutos promovieron la idea del derecho divino, controlaron la Iglesia dentro de sus territorios y utilizaron la religión como una herramienta para reforzar su autoridad. Esta estrecha relación entre el poder político y la religión fue fundamental para el éxito y la estabilidad de los regímenes absolutistas durante la Edad Moderna.